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Médula naVegante

Comunicados de seres estelares

Espirales multidimensionales nos orbitan e invitan a explorar la información con la lógica de una vida pacífica y creativa. Antes de tomar algo como verdadero, experiméntalo desde su núcleo, vive la posibilidad de serenar las relaciones con otros organismos.

En el pasado y hasta hace muy poco –si conocemos la edad de la Tierra- existió la esclavitud humana. Hoy me quiero sentir libre y cuanto más simple puede ser mi presencia, más ligera y parte del aire soy, hasta siento que puedo volar. Es curioso cómo la realidad no oculta sus misterios, y son tan volátiles las evidencias más simples que al descubrirlas nos parece absurdo que pasen desapercibidas. Mi posición se planta firme en el suelo de mis andares, pero todos los cuerpos se pasean en el aire cercano y lejano. Mi conciencia se abre hacia el vacío abismal, al tiempo que mis pies se conectan como raíces al eje transverso del gran planeta azul.

SÍ es posible configurarnos con nuevas visiones, sí señoras, sí señores, sí es posible soñar intensamente, inmensamente, hasta desbordar los sueños a la realidad. Deseamos comunicar para alentar a la revolución de la conciencia, una marcha interna guiada por los intereses de la justicia celestial y el amor a la madre tierra y todos quienes aquí respiran. Imagina el planeta dando renacimiento a las selvas, a los bosques, retoñando en biodiversidad. Caminar en la naturaleza despierta nuestros sentidos, nos conecta con el néctar de nosotros mismos. La sabiduría residente en los estados de conciencia en los que se percibe la unidad de todos los elementos, plantas, microorganismos, animales, seres etéricos y gaseosos, todos como células de una misma entidad, es el corazón que alimenta el deseo de armonizarse y vivirse en expansión.

Estando cerca de los cerdos, las gallinas, las vacas, los perros, las cabras y los humanos, observa lo evidente: todos con corazón latiendo, llevando sangre, oxígeno y hormonas a sus tejidos particulares; caminando, comiendo, besando o lamiendo. Ellos, al igual que nosotras, extrañan a sus seres queridos, se alegran en su llegada, experimentan miedos, los trascienden; se aparean, dan a luz. Transmiten impulsos por su sistema nervioso y están llenos de información genética… recuerdos ancestrales de unidad en diversidad.

Desde la suavidad de las nubes es encantador ver a las vacas alimentar a sus terneros y pastar en terrenos sin fronteras, ofrendando sus hongos mágicos a las entidades exploradoras que pueblan el planeta, la biblioteca viviente. Los animales son compañeros de la tierra, que viven su experiencia terrestre en un cuerpo sintiente, ellos son también caminantes del sendero cósmico, espíritus que albergan los secretos de la eternidad. Cada alma sin importar su reino pertenece al coro universal y se debe por tanto abrazar con nobleza y detallar en los estímulos y sensaciones que otorgamos y se nos manifiestan de su parte en las realidades materiales.

¿Quién nos dijo que los animales eran para comer? La ganadería parece ser una pesadilla de los que pocos quieren despertar. El mundo se come en un plato, todo lo que entra por nuestra boca pasa a ser parte de nuestro cuerpo, se instaura en nuestros tejidos. También se sienten las sensaciones que vienen resultado de las experiencias que la entidad de la que nos alimentamos vivenció. Hacer el ejercicio de servirse los alimentos y agradecer, después hacer un recorrido hacia atrás, encontrar su origen, los procesos de transformación que se realizaron, las imágenes mentales que se generan y que generan en nosotros. Somos animales. Seres con la conciencia en evolución, seres de espíritu.

Atrévete a saborear toda la cadena de trabajo y valor que hay detrás de cada plato de comida. Ley básica: yo no hago a los otros lo que no quiero que me hagan (Ahimsa). En palabras crudas, hacemos parte de una red alimenticia y necesitamos obtener la energía de los seres que sí la pueden fabricar: las plantas. Un ser humano racionaliza y siempre busca las alternativas más eficientes para lograr un rendimiento óptimo con el menor gasto energético. No necesitamos mucho más para vivir que la alquimia molecular de los elementales. Entonces sigamos el recorrido de la energía: el sol alimenta la planta y ella es la fuente primaria de alimentación animal: humana y no humana. Si usted consume un animal, está obteniendo en realidad menos energía disponible para usted que la que hubiera obtenido desde la fuente primaria vegetal, pues en el recorrido desde el origen al destino (usted), cada ser invierte parte de esa energía para su sobrevivencia inmediata y almacena un poco de ella que es la que llega finalmente a su cuerpo.

Los animales no existen para aportarnos un beneficio mayor que el que obtenemos de la perfección de las plantas. Seres que sienten y esperan la luminosidad de nuestras conciencias, la evolución humana, la trascendencia hacia experiencias sublimes, estelares, en conexión con la energía primaria del universo. El sol es alimento, beber su chispa dorada es posible cuando todos los centros están alineados en un mismo presente perfecto.

La alimentación es la manera que contemplamos para trascender y confiamos en nuestra imprescindibilidad para el equilibrio de los ecosistemas. La utopía de los seres que somos animales humanos, quienes además de sintientes observamos que para mantenernos en pie no necesitamos causar ningún tipo de suplicio a nadie, es que nuestros familiares y semejantes abran los ojos a la magia y mecanismos del movimiento estelar y terrícola.

¿Entendemos la coreografía intraestelar? Los animales, las bacterias, los hongos, las plantas son compañía en esta andanza existencial. Mirarles con cariño como contemplamos nuestra madre es lo único que nos hace divinos y grandes. Siento en cada ser una potencia infinita y el deseo de perpetuarse, de salivar el cosmos y cosquillear el aire que no se resiste a nuestros movimientos. Yo soy parte de esa apuesta, y quiero que cada célula se realice según su voluntad.

Creemos en la energía. Nos alimentamos de energía linda y buenas ondas. Y eso solo lo podemos obtener de las plantas, porque son ellas seres místicos y superiores que existen y resisten con la energía del sol que ellas transforman. Somos una utopía cósmica, despertar cada día es la magia en espiral, trascendemos en el aquí y ahora abrimos nuestros ojos lenta y sosegadamente; el paisaje vibracional de nuestros contornos se revela. Observa: cada ser tiene una energía, un humor particular y una animosidad misteriosa. Una berenjena tiene tanta personalidad como una vaca, un pato, una zarigüeya o tu mamá. Así los insectos, y todo pez que habita el universo abisal. Todos los seres somos una sola respiración y somos fractales de complejidad transparente.

Todo corazón es puro pero ignora cercanías y así elude su propio crecimiento. Comerse la parte de un individuo sin haber conocido la profundidad de su mirada, demandar las sensaciones tristes de seres inocentes es propiciar dolor y sufrimiento, al mismo tiempo son postergaciones de nuestro pensamiento que se retrae de la transformación por miedo. ¡Soltemos los lazos! ¡Lancémonos al abismo del florecimiento! En el planeta de la granja feliz no existen granjas, todo es un engranaje

de libertad e intercambio preciso de energía. Ahimsa, no violencia. No herirlos es la condición para poder despertar al conocimiento infinito. Este es el principio instaurado en los acuerdos humanitarios con los animales.

Quiero para ellos, que también soy yo misma en otras formas, tranquilidad y libertad, existencia divina. Saltar a dimensiones de comunión con los círculos de la vida, dejar ser, interferir concientemente cada vez menos en los ecosistemas, permitiendo sonoridad espontánea, tomando solo lo necesario, disfrutando la abundancia de la tierra en solidaridad con otras especies.

Soy libre y experimento con mi propio cuerpo. Hago ciencia en mi organismo. Pruebo recetas y combinaciones de alimentos que vienen directo de la tierra, alimento fresco y energía solidaria. Observo qué es lo que entra a mi cuerpo, lo que se transforma en músculo y energía, lo que saboreo digiero y toda la bondad y sudor con que fue procesada se incorpora a mi aliento. Ni los gritos ni los malos tratos hacen que me mueva contenta, no quiero para mí la ansiedad ni la represión, no quiero para los animales ni el encierro ni la esclavitud. Querer compartir en libertad y crear y recrear la creación natural –QUE NO LA CULTURAL- es la conciencia en evolución hacia el infinito.

Haz parte de la tribu arco iris. La punta de la flecha es el arte ¡Colorea esta realidad! Tu decisión es potente, sembremos árboles, compartamos las semillas y los saberes. Cada una es el cambio, la

inspiración, la molécula desde donde todo es manifestable.

Por:

Astrid Aristizábal

Carolina Osorio

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